No quiero más nada que nada
ni menos que todo.
Es entrar en tu coma
y en tu cama,
suicidarme por la ventana
que nos ha visto nacer,
quitando el vacio
y haciéndonos bestias incoherentes.
El asfalto en mis pies
es el negro de tu pelo,
el miedo de limpiar mis ojos
de todo lo que he visto y vivido
en la eternidad del tiempo,
siempre igual en constancia
y resistencia
a comparaciones metafóricas
sin significado sino lo de
mi alma vieja y tu cuerpo joven
unidos entre gotas de agua.
Y sigo atrapada
en tu espalda,
uniendo lunares en constelaciones
de libertad e ignorancia,
liadas en las memorias
de mi infancia perdida.