No me digas jamás que no te escriba,
que no te pinte en palabras
que ni conozco bien;
Es imposible que no me acuerde
de nuestras noches en la ventana
y en tu cama desnuda de juicios.
No hay nada sucio en ti,
y luego vi en tus ojos
de vino y sangre
una hambre que nadie puede satisfacer,
porque no hay como entender
tu mirada inocente.
Yo la quiero comprender
de todas las formas,
sin normas que impidan
nuestra cosa sin nombre.
Un hombre, un niño,
quiero todo lo que tienes…
No solo lo que me perturba
sino lo que todavía
no ha tenido tiempo para tal.
Porque ya no sé
se creo en casualidades
ni en verdades infinitas,
pero en almas perdidas
la poesía es para siempre...
Hasta el límite de la memoria.
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