Que los arboles de mi jardín
me asombren todas las noches de insomnio
en que no tengo tu presencia entre las sabanas.
Que me griten los coches
en las tardes en que tus pestanas
no me hacen cosquillas en los ojos.
Que me atropelle la gente en la calle
y me peguen en la cara
que se me ponga fea y entre en fétida putrefacción
que mis labios lloren sangre y carbón
entre las páginas de tus libros
y que la saliva de mi lengua
se transforme gradualmente en arena oscura y seca.
Que mi cabello se haga lluvia y mis senos días claros
para que tus fardos sean menos
y tus noches te descansen
hasta que llegue mi fado
y se desnude lentamente
en cada lunar de tu espalda,
despertando sentidos durmientes.